No bien los he dejado,
    cuando encuentro al amor de mi vida.
Lo abrazo y, sin soltarlo,
    lo llevo a la casa de mi madre,
    a la alcoba donde ella me concibió.

El amado

Yo les ruego, doncellas de Jerusalén,
    por las gacelas y cervatillas del bosque,
que no desvelen ni molesten a mi amada
    hasta que ella quiera despertar.

Tercer Canto

El coro

¿Qué es eso que sube por el desierto
    semejante a una columna de humo,
entre aromas de mirra e incienso,
    entre perfumes de mercaderes?

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